En uno de los tapices azul eléctrico de la sala de taekwondo del centro de alto rendimiento de Sant Cugat sueltan la pierna dos campeones del mundo. A un lado, Juan Antonio Ramos, pequeño, rapidísimo, agresivo y potente, el gran aspirante a una medalla en Pekín. Al otro, Brigitte Yagüe, aún más pequeña, coleta alta y la mano vendada por una mala caída, la campeona triste porque su presencia en los Juegos depende de una decisión política. Respiran complicidad.
Pero es viernes, última hora de la mañana, quedan meses para la gran cita, y ni ellos -los más menudos y la única pareja mixta de la sala- ni ninguno de los más de 20 deportistas que les acompañan piensan en otra cosa que en entrenarse.


Para Ramos el día ha empezado mucho antes, casi de madrugada. Cada mañana su despertador suena a las 5.55. Salta de la cama, desayuna y a las siete ya está machacándose. Una hora y media de preparación física: carrera continua, pesas... Dos veces a la semana hacen combates enteros.
Su rutina ha variado poco durante los últimos 15 años, desde que llegó a Sant Cugat para unirse a la élite española del taekwondo. Pero este año es especial. Con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, las patadas, los gritos, el dolor, se intensifican para conseguir una medalla que rozó hace cuatro años en Atenas y que fue de oro en el último Mundial, celebrado el año pasado en la capital china.
Tras la pequeña decepción que supuso el diploma olímpico y el palo de la muerte de su padre, Ramos perdió la motivación. Demasiados años, desde los cuatro en que se inició en la disciplina, haciendo lo mismo. Pero ahí estaba Brigitte. En casa, una habitación doble con baño propio en el centro, y en el gimnasio.
Su rutina ha variado poco durante los últimos 15 años, desde que llegó a Sant Cugat para unirse a la élite española del taekwondo. Pero este año es especial. Con los Juegos Olímpicos a la vuelta de la esquina, las patadas, los gritos, el dolor, se intensifican para conseguir una medalla que rozó hace cuatro años en Atenas y que fue de oro en el último Mundial, celebrado el año pasado en la capital china.
Tras la pequeña decepción que supuso el diploma olímpico y el palo de la muerte de su padre, Ramos perdió la motivación. Demasiados años, desde los cuatro en que se inició en la disciplina, haciendo lo mismo. Pero ahí estaba Brigitte. En casa, una habitación doble con baño propio en el centro, y en el gimnasio.
Ahora, a los 31 años, la rodilla derecha operada y los dedos de los pies resentidos, ha recuperado el gusto por los entrenamientos. Por su vida, rodeado de otros deportistas de élite: "Es cómodo, tenemos todo lo que necesitamos y somos como una familia". Y se muestra agradecido "a la Federación, al Consejo Superior de Deportes y al Comité Olímpico Español". Por lo que han hecho por él, que vive de una beca, y por lo que están haciendo por Yagüe, que aspira a llegar a Pekín con una invitación especial de la Federación Internacional.
Los entrenamientos, una sesión de preparación física y otra técnica diarias, se irán intensificando según se acerque el 20 de agosto, el día de su gran final olímpica. Desaparecerán los fines de semana de descanso en el piso que tiene en Santa Coloma. Ahora, y hasta el 13 de marzo, el equipo está de gira por China y Corea del Sur. Luego vendrá el Europeo. Y un mes y medio antes de los Juegos se concentrarán con Pekín entre ceja y ceja y harán hasta tres entrenamientos diarios. "Es más difícil ser campeón del mundo que olímpico", asegura Fran Martín que, por si acaso, ya tiene fichados en vídeo a todos los posibles rivales de Ramos, sus movimientos, su técnica, la forma en que compiten. Martín pone la estrategia y su pupilo el cuerpo, que ahora ronda los 60 kilos pero que en agosto deberá bajar hasta los 58 que exige su categoría: "Es un competidor rapidísimo, muy agresivo, al que le gusta llevar la iniciativa. Tiene la actitud de un guerrero. Le he visto poner pabellones en pie...", dice Martín del campeón. Y añade: "Es muy especial. Más fuerte que táctico, pero para eso ya estoy yo".
Pasan las dos de la tarde y el entrenamiento ha terminado. Juan Antonio Ramos y Brigitte Yagüe se quitan los petos. Dejan de ser campeones para convertirse en una pareja normal. Una pareja cuyo sueño ahora es competir juntos en Pekín.
Los entrenamientos, una sesión de preparación física y otra técnica diarias, se irán intensificando según se acerque el 20 de agosto, el día de su gran final olímpica. Desaparecerán los fines de semana de descanso en el piso que tiene en Santa Coloma. Ahora, y hasta el 13 de marzo, el equipo está de gira por China y Corea del Sur. Luego vendrá el Europeo. Y un mes y medio antes de los Juegos se concentrarán con Pekín entre ceja y ceja y harán hasta tres entrenamientos diarios. "Es más difícil ser campeón del mundo que olímpico", asegura Fran Martín que, por si acaso, ya tiene fichados en vídeo a todos los posibles rivales de Ramos, sus movimientos, su técnica, la forma en que compiten. Martín pone la estrategia y su pupilo el cuerpo, que ahora ronda los 60 kilos pero que en agosto deberá bajar hasta los 58 que exige su categoría: "Es un competidor rapidísimo, muy agresivo, al que le gusta llevar la iniciativa. Tiene la actitud de un guerrero. Le he visto poner pabellones en pie...", dice Martín del campeón. Y añade: "Es muy especial. Más fuerte que táctico, pero para eso ya estoy yo".
Pasan las dos de la tarde y el entrenamiento ha terminado. Juan Antonio Ramos y Brigitte Yagüe se quitan los petos. Dejan de ser campeones para convertirse en una pareja normal. Una pareja cuyo sueño ahora es competir juntos en Pekín.
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