A los 80 años enseña taekwon-do para sentirse vivo. Jesús Candelario Roldán demuestra que en la vida ningún precepto es rígido y que, cuando es para bien, siempre puede ser quebrado. El taekwondista de 80 años -sí, leyó bien: 80- rompió durante su existencia dos máximas: primero, que santiagueños y tucumanos no fraternizan y luego, que un deporte sólo puede practicarse desde pequeño.
La unión matrimonial con María del Valle está solventada en el amor. Por eso, es más productivo husmear en la otra máxima rota por Roldán. "Estaba cansado de no hacer mucho", explicó. Sucede que al taekwondista la pasión por este arte marcial le surgió recién a los 45 años. A esa edad muchos ya no tienen ganas de aprender. Roldán tuvo el deseo de explorar el taekwondo, que terminó enseñando, y hoy es séptimo dan.
"Cuando empecé no lo encaré para llegar a ser profesor. Todo fue por curiosidad. Un día fui al gimnasio de Roberto Ahualli y vi que practicaban. La segunda vez que fui me gustó. En la tercera le dije: 'Turquito (por Auhalli), quiero estar'", rememoró Roldán.
Jesús nunca había practicado ningún deporte hasta que se topó con el taekwon-do. "Ni al fútbol en el barrio jugué", aclaró Roldán. "No me costó aprender, por más que ya era grande. Claro que cuando uno es más chico las cosas se graban mejor", agregó.
Roldán enseña a personas de todas las edades. "Algunos optan por separar los chicos de los grandes, yo no. Mientras los grandes practican, los chicos también pueden aprender", resaltó.
Y es un referente en Villa 9 de Julio. Así, una zona plenamente identificada con el fútbol, se da espacio para expresarle el cariño a quien enseña taekwon-do, muchas veces, de forma gratuita. "El otro día fueron varios chicos a cantarme una serenata de folclore porque saben que me gusta. Los vecinos mandaban gaseosas para que siguieran cantando", relató.
Su casa y su escuela están a la vuelta de la cancha de Sportivo Guzmán. Allí recibe a casi 20 alumnos. Los más pequeños llegan de la mano de sus padres y, según Roldán, en algunos casos los llevan para que aprendan a pelear. "Aquí no se pelea. Técnicamente, el taekwon-do no es para atacar; hay que esperar que a uno lo ataquen. Sirve para defenderse en el momento en que se lo necesita", aclaró el profesor.
Su señora irrumpió en la charla. "Ya hubo casos de alumnas que fueron a una entrevista de trabajo e intentaron abusar de ellas. Con sólo ponerse en guardia dejaron de hacerse los pícaros (sic)", relató entre risas.
Roldán sostiene que lo cortaron por la mitad -lo operaron del corazón-, que lo "tucumanizaron", que a pesar de ser santiagueño duerme pocas siestas, y que no es lindo, sino vistoso. Así, en su idioma, consiguió transformar su vida a través del taekwon-do.
Confesiones
Discípulo de Adolfo Villanueva (presidente de la Federación Tucumana de Taekwon-do), Roldán lleva sus ocho décadas con orgullo. Confiesa que ni su señora, ni sus tres hijos; tampoco sus 10 nietos y tres bisnietos, son los exclusivos motivos que lo mantienen vivo. "Si encuentro algo que me gusta, lo hago con gusto y lo aprendo rápido. Si no hubiera estado enseñando, habría muerto hace rato", sentenció el profesor Roldán
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